A principios de la década de 1990, el principal obstáculo para el tratamiento de las parejas infértiles fue el varón gravemente infértil.
En aproximadamente el 50 por ciento de las parejas infértiles, hay un recuento de espermatozoides bajo, y en el 10 por ciento, el recuento es extremadamente bajo. En tales casos, incluso la Fertilización In Vitro fracasa.
Simplemente no hubo un tratamiento efectivo disponible para el hombre infértil hasta que todo cambió dramáticamente después de 1993, gracias al trabajo pionero sobre la inyección intracitoplasmática del espermatozoide en el óvulo o ICSI realizado por el Dr. Andre Van Steirteghem, Dr. Paul Devroey y el Dr. Sherman Silber. El trabajo de este equipo ha revolucionado el tratamiento de la infertilidad masculina en todo el mundo y representa el mayor avance en el tratamiento de fertilidad desde el primer bebé de FIV en 1978.
Ahora es posible buscar solo algunos espermatozoides en el eyaculado masculino, y si no hay espermatozoides en el eyaculado, a menudo se pueden encontrar algunos en el testículo.
Luego podemos inyectar un solo esperma en cada uno de los óvulos de la mujer (ICSI). Con esta delicada técnica, logramos tasas de embarazo para hombres virtualmente estériles que no son diferentes de los hombres con conteos normales de esperma. En la actualidad hay muy pocos casos de infertilidad masculina grave que, no pueden tratarse con éxito.
Esta es esencialmente la forma en que funciona la técnica: con los instrumentos ultramicromanipuladores conectados a microscopios especiales, el óvulo microscopico de la mujer puede en realidad mantenerse seguro con una pipeta, y se puede usar una micropipeta aún más pequeña para inyectar el esperma dentro del mismo.
Incluso los espermatozoides pobres tienen un ADN normal suficiente para tener un bebé normal, y lo único malo con un espermatozoide pobre (con una excepción ocasional) es simplemente que no pueden entrar al óvulo. Con la tecnica del ICSI incluso conteos espermaticos casi nulos dan bebés sanos.